lunes, 14 de marzo de 2016

Mi primera experiencia como monitora de naturaleza

Mi primera experiencia como monitora de naturaleza

Un cúmulo de casualidades, amistadas ligadas por un amor común por la ornitología y camaradería me llevaron a ser contratada como monitora en una ruta ornitológica por un espacio protegido. Al final mi afición/obsesión por las aves ha sido lo que me ha ofrecido mi primer empleo con algo relacionado con el medio ambiente. Ironías de la vida, oiga. 

La actividad en cuestión era un ruta ornitológica por la Marjal de Penyíscola, espacio sobre el que hay varias figuras de protección, entre ellas Zona Húmeda Protegida, Microrreserva de Flora y Lugar de Interés Comunitario, ésta última implicando que forma parte de la Red Natura 2000, red de espacios protegidos a nivel europeo. Todo ello aún con la enorme presión urbanística, los problemas de contaminación y destrucción del humedal y la aparición "accidental" de especies invasoras como el galápago de Florida (Trachemys scripta), que reducen la salud del ecosistema. 


Sector occidental de la Marjal de Penyíscola (Castellón)
En realidad la razón principal de la protección no es ni mucho menos las aves que alberga. La importancia "oficial" de la Marjal es su ictiofauna, las poblaciones de samaruc (Valencia hispanica) y fartet (Aphanus iberus), así como la última población natural de espinoso (Gasterosteus aculeatus), donde resisten aunque los peces invasores se abran camino. Pero hay más, mucho más.

Mosquitero común (Phylloscopus collybita)
La Marjal de Penyíscola es una parada obligatoria para muchas aves en época migratoria. Se trata de un punto intermedio de paso entre el Delta del Ebro (Tarragona) y el Prat de Cabanes-Torreblanca (Castellón) y la Albufera de Valencia en el cordón litoral de humedales. Además alberga poblaciones estables de aves residentes con estatus de protección, como el rascón (Rallus aquaticus). Recibe estivales como los carriceros (Acrocephalus sp.) y es zona de invernada de otras muchas (p.e. el escribano palustre (Emberiza schoeniculus) y el ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica)). 


Solo era cuestión de tiempo que alguien percibiera el gran potencial para la observación ornitológica que tiene la Marjal de Penyíscola. Y esos fueron una coyuntura de APNAL-Ecologistes en Acció de Vinaròs y el recién oficializado Grupo Local - SEO Castellón. Como parte de ambos, se me brindó la oportunidad por parte de la Fundación Caja Castellón de guiar a un grupo por un humedal protegido. 


Hembra de martín pescador (Alcedo atthis)
Lo primero que hice (y a lo bestia) fue recabar información. Cartografía, catálogos de fauna, listados de la Generalitat, estudios (muchos de ellos solo disponibles en papel), impactos... ¡Dónde me había metido! Conocía la marjal desde el punto de vista de una observadora de aves desde hacía unos años, pero no lo suficiente. 

Lo siguiente, tal y como me enseñaron en el curso de Monitora de Naturaleza, fue hacer yo misma la ruta. Me fue muy útil saber manejar ya el Wikiloc, porque fui encontrando puntos interesantes donde podía exponer lo más importante de la información que había encontrado. Lo repetí cuatro veces para ir puliendo el recorrido, calculando tiempos y detectando cosas a tener en cuenta "el gran día". 

Total, era un recorrido sin dificultad, sin desnivel, apenas 5 kilómetros paseando y observando aves y las pocas maravillas naturales que las megaurbanizaciones de Penyíscola habían dejado entre hoteles. 

El día R ("dia de ruta") no sabía qué esperar. 

Aunque admito que el grupo me lo puso tremendamente fácil. Todos mostraron interés por lo que les contaba, preguntaban y tenían paciencia con una primeriza como yo que, sin duda, cometió un sinfín de errores. Buen rollo. ¡Así da gusto!

Zampullín chico (Tachybaptus rufficollis)
El día no fue especialmente espectacular desde el punto de vista del avistamiento de aves. Ni ardeidas ni anátidas excepcionales. Incluso el martín pescador o el pájaro moscón, que suelen dejarse ver en la época, estuvieron ausentes. Sí nos visitó en un par de ocasiones un zampullín chico (Tachybaptus rufficollis), que siempre es entretenido por no saber dónde va a salir. La lista la completan mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita), cormorán grande (Phalacrocorax carbo), los siempre abundantes ánades reales (Anas plathyrynchos) y gallinetas comunes (Gallinula chloropus), focha (Fulica atra) y unos cuantos paseriformes invernantes y algún estival. 

Al menos los asistentes, muchos de los cuales frecuentan Penyíscola, se fueron conociendo una joya que se ahoga entre hoteles y urbanizaciones y, con surte, contribuyan a que se valore más. 

Espero poder repetir pronto. ¡El campo me llama!